Falsearé la leyenda
y ésta
me pertenecerá.

Falsearé
la leyenda
y ésta
me pertenecerá.

Un hielo celeste

Crítica de Antonio Ortega

El País (Babelia), sábado 14/04/2003. Acerca del libro Poemas encadenados, 1977-1987

Diez años después de la muerte de Pedro Casariego se edita Poemas encadenados, su obra casi completa en la que establece un diálogo entre imaginación y realidad.

Pedro Casariego Córdoba (Madrid, 1955-1993), Pe Cas Cor como le gustaba firmar, tenía 20 años cuando en 1975 reunió con el título de Poemas Apaisados del Caballero Inmaduro sus primeros 300 poemas (no incluidos en el libro que comentamos), y dejó de escribir poesía en 1986, con 31 años, excepto un poema manuscrito fechado en 1987 dedicado a una de sus sobrinas. Desde entonces se limita a la redacción de pequeños cuadernos ilustrados, hasta que en 1990 abandona la escritura, dedicándose a la creación de una obra pictórica igualmente personal e independiente. El 6 de enero de 1993 termina Pernambuco, el elefante blanco, un cuento ilustrado para su hija Julieta, y dos días más tarde, como dice la última línea de su biografía, «se suicida exponiendo su cuerpo al paso de un tren en Aravaca». No es banal señalar tales circunstancias, a riesgo de agrandar la losa del escritor mítico y maldito, pues esos años en los que desarrolló su actividad poética, quizá son los más originalmente productivos de la historia reciente de la poesía española. Diez años después de su muerte, tenemos el privilegio gozoso de acceder a estos Poemas encadenados (1977-1987), que ordenan y unifican lo que puede considerarse casi su poesía completa: 6 libros acabados más 43 poemas sueltos escritos entre 1979 y 1987.

Una obra dispersa e inencontrable que, alentada por el drama interior del artista en el mundo que le tocó vivir, creó una escritura que supo poner de manifiesto ese diálogo infinito entre imaginación y realidad que era la vida en la mente de Pe Cas Cor. Basta mirar los títulos de sus libros y sus poemas para advertir que nos encontramos ante un poeta diferente, raro frente a sus contemporáneos. Su poesía se ha calificado de críptica y difícil, cuando no es más que un juego nacido de «la semilla de la insatisfacción», de un mundo enrevesado y caótico cuyo final es el fracaso, cuya fuerza experimental hace del poema un ejercicio de actitud. Deshace pacatas concepciones de género con la coherencia de una escritura acabada que define su humanidad, que salva con decisión la prueba del tiempo. Crea su propio sistema poético: simbólico y visionario, nada conservador ni retórico, melancólico y trágico, épico y humorístico al tiempo, capaz de romper los límites de la imagen, las pautas de representación de las palabras y de la identidad de un sujeto fragmentado, dividido, repetido y hasta negado. Su lenguaje es una especie privada, un preciso estado interior que construye su escenografía detallada en lo exterior y cotidiano.

Poemas encadenados nos permite regresar a una escritura casi narrativamente novelesca, a una acción que no se detiene, a un desorden calculado donde a lo exterior se suma el carácter individual del destino, su áspera y extraña belleza. Sus seis libros son un «himno hechicero» de la destrucción y la recreación, la vida como un escenario mágico y sobrenatural sembrado de personajes y genealogías vinculados entre sí por «una palabra que mira». Una historia a la vez diferente y contradictoria, como una piedra solar que polariza la luz y descubre un sol interior oculto e intenso. Los Poemas sueltos muestran de manera más confesional y dolorosa las obsesiones, creencias y mitologías personales entregadas al miedo y la desesperación. Las figuras de Dios (el poema Tú mi Dios es decisivo) y de la madre parecen dar rostro a una realidad oscura y temible que, entre el escepticismo y la fe, buscan lo trascendente y quimérico frente al desamparo: «Tu belleza es un bosque / y cuando hablamos de ella / nuestras palabras lo talan sin querer». Poemas que nacen de la lucha por circunscribir en palabras un sueño de «sangre sabia».

Como afirmó Wordsworth, «todo escritor extraordinario y original debe crear el gusto mediante el cual será saboreado». Pe Cas Cor creía en aquellos que escriben leyendo, en quienes, como artistas interiores, son los que realmente crean. Este libro de belleza extraviada y desbordante exige del lector la misma emoción extrema y la agilidad mental suficiente para descubrir las operaciones que tienen lugar en la mente del lenguaje y en la expresión de una realidad que nada tiene que ver con la coartada pragmática que hace de ella una estrategia impertinente. Este libro es una herida al sol que nunca seca ni cicatriza, que acaba con la marginalidad de una obra de enorme calidad humana y literaria, aunque todavía les pese a algunos. Es la historia de un hombre delgado y raro que no quiso flaquear jamás, acaso una vez sólo: «No me des un beso inteligente, no quiero un beso cruel». Ternura frente a impostura, un hielo celeste.

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