Nuestras palabras
nos impiden hablar.
Parecía imposible.
Nuestras propias palabras.

Nuestras palabras
nos impiden hablar.
Parecía imposible.
Nuestras propias palabras.

1992-1993. Prosa

Pernambuco, el elefante blanco

Publicado en 2017 por Ya lo dijo Casimiro Parker, colección Pequeña Nariz

Con Qué más da y DRA Pedro creía haber hecho ya todo lo que quería y podía en el campo de la literatura y de la poesía. Con treinta o treinta y un años daba su obra literaria por terminada; a partir de entonces todo sería repetirse. De modo que guardó su máquina de escribir Olivetti en su caja roja, decidido a no desenfundarla jamás.Y con la excepción de este cuento, terminado en enero de 1993, mantuvo su determinación hasta el final.

Escribió el texto a máquina y lo pasó a mano a un cuaderno de papel reciclado marrón, con tinta negra e ilustraciones coloreadas con rotuladores y Tippex blanco. Escrito como regalo de Reyes y despedida para su hija Julieta, narra la historia de Pernambuco, su enamorada la mosca Mig, la sombrilla Trinitaria y la zarigüeya Pastel. A través del viaje del grupo por el país de los cuentos, se muestran los conceptos básicos sobre los que se construye el mundo, como son el amor, la amistad, el tiempo, el arte, la vergüenza, la riqueza y la pobreza, la envidia… (en un artículo de Ana Lucas se aporta una sugestiva interpretación del cuento).

Cubierta libro
Pronto comenzó a llover. Era un diluvio. Vestía el aire de la selva una catarata de agua arrugada. Se formaban riachuelos y las hojas se transformaban en barquichuelas marrones con improvisados marineros de seis patas. A Pernambuco no le gustaba nada que se le mojaran las orejas y pidió por favor a Trinitaria que se le subiera a la cabeza como el vino blanco de los enanitos. Accedió gustosa Trinitaria, orgullosa como estaba de que alguien (¡y precisamente Pernambuco!) la necesitara con tanta urgencia. Mig y la dulce Pastel se instalaron también bajo la protección de la sombrilla.
Sabido es, hijita mía, uno de los mayores inconvenientes que presentan las sombrillas de toda clase y condición: han de clavarse para sostenerse, y Pernambuco estaba soportando tal realidad en carne propia.

Ante las protestas del elefante de los colmillos cortos, la mosquita Mig recordó unos cursillos de enfermera que había seguido con gran interés y sacó (¿de dónde?) un anestésico que supo aplicar con extaordinaria diligencia.

Pronto Pernambuco dejó de sentir dolor y agitó la trompa como los perrillos la cola.

Estaban recorriendo un territorio muy bonito. Había grandes castaños, pequeñas urbanizaciones, estatuas muy blancas y, de vez en cuando, exposiciones de pintura. También había ciervos agilísimos que corrían empapados en silencio.

Pronto comenzó a llover. Era un diluvio. Vestía el aire de la selva una catarata de agua arrugada. Se formaban riachuelos y las hojas se transformaban en barquichuelas marrones con improvisados marineros de seis patas. A Pernambuco no le gustaba nada que se le mojaran las orejas y pidió por favor a Trinitaria que se le subiera a la cabeza como el vino blanco de los enanitos. Accedió gustosa Trinitaria, orgullosa como estaba de que alguien (¡y precisamente Pernambuco!) la necesitara con tanta urgencia. Mig y la dulce Pastel se instalaron también bajo la protección de la sombrilla.
Sabido es, hijita mía, uno de los mayores inconvenientes que presentan las sombrillas de toda clase y condición: han de clavarse para sostenerse, y Pernambuco estaba soportando tal realidad en carne propia.

Ante las protestas del elefante de los colmillos cortos, la mosquita Mig recordó unos cursillos de enfermera que había seguido con gran interés y sacó (¿de dónde?) un anestésico que supo aplicar con extaordinaria diligencia.

Pronto Pernambuco dejó de sentir dolor y agitó la trompa como los perrillos la cola.

Estaban recorriendo un territorio muy bonito. Había grandes castaños, pequeñas urbanizaciones, estatuas muy blancas y, de vez en cuando, exposiciones de pintura. También había ciervos agilísimos que corrían empapados en silencio.

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