Nuestras palabras
nos impiden hablar.
Parecía imposible.
Nuestras propias palabras.

Nuestras palabras
nos impiden hablar.
Parecía imposible.
Nuestras propias palabras.

Prosa. 1985-87

la vida puede ser una lata

Zigzag, Madrid, 1988; Árdora, Madrid, 1994 y 2013; edición francesa: Cést peut-être du toc, la vie, Le Nouveau Commerce, 1996, traducido por Marceau Vasseur y Loreto Casado 

Por esta época Pedro Casariego Córdoba mantenía más viva que nunca la frustrante idea de que el artista debe crear dentro de sí mismo, de que es menos artista y hasta menos persona si difunde su obra, de que la propia obra de arte en cierto modo deja de serlo cuando sale a la luz: cuando se presenta como tal, o incluso cuando se materializa o se crea. Además de ser consciente de que, al escribir, él mismo se movía en permanente e insoluble contradicción, con Qué más da y DRA creía haber hecho ya todo lo que quería y podía en el campo de la literatura, de la poesía. Con treinta o treinta y un años daba su obra por terminada; a partir de entonces todo sería repetirse. Salvo algunos poemas sueltos, y con la excepción del cuento Pernambuco, el elefante blanco, terminado en enero de 1993, mantuvo su determinación hasta el final.

Dibujar fue una pequeña salida, para él más llevadera, un resquicio por el que aún podían escapar sus deseos de expresarse. A comienzos de los ochenta había dado algunos toques de color a las portadillas de sus poemas inéditos, y había trazado algún vacilante apunte. Luego, hacia 1985, comenzó a dibujar con una mayor asiduidad, si esta palabra puede dar idea de lo que fue siempre una actividad esporádica, desordenada. Este fue el origen de La vida puede ser una lata, unos cuantos dibujos, algunos completados con textos al pie. Casi se puede decir que estos dibujos fueron los primeros que realizaba desde que abandonó el colegio. Dibujaba con rotring y sin boceto previo. La elegancia y la expresividad surgieron gracias a una particular destreza, poco educada o trabajada, aunque evidentemente repetía aquellos dibujos que no le convencían. También escribía los textos a vuela pluma, pero a partir de que se le propuso reunir los dibujos en un libro, comenzó a realizarlos con un enfoque más sistemático. El resultado, algo más de setenta dibujos, de los cuales cincuenta se publicaron en la primera edición, dieciséis más en la segunda y otros cinco en la de 2013 (para un total de 71).

Cubierta libro
Cubierta libro
Cubierta libro
Cubierta libro
Esta vida demasiado plácida me extingue. Estas horas solemnes sofocan los incendios imprudentes y los papeles en llamas.
Ansío el terremoto particular que alguien me ha prometido.

Soy el hombre delgado que no falqueará jamás.

Mi corazón gris es una miga de luna para los pájaros.
Abrí la puerta. No había nada. Me había puesto mi paracaídas. Mi paracaídas singular se abrió. Como los hormigueros en primavera. Como el vientre de la nieve cuando recibe a los jinetes. Salté. Sin prisas. Para abrazar aviones. Porque sí. Con toda la razón del mundo. Con todos los papeles en regla. Un salto impetuoso. Sin memoria. Un salto…
Me apetece muchísimo que acabe este baile de disfraces.
han dicho
Juan Carlos Suñén
El País, domingo 17 de enero de 1988

«El apoyo que texto e ilustración se brindan mutuamente y el particularísimo sentido del humor de Casariego hacen de este libro una de esas raras posesiones que no nos gustaría perder.»

Agustín Calvo Galán
Revista de Letras, 6 de junio de 2013

«La aparente levedad de su escritura encaja a la perfección con unos dibujos de una extrema simplicidad pero también de extrema expresividad. El poema manuscrito se inserta en el dibujo y convive con él, creando no ya caligramas, sino formas perfectamente híbridas de plasticidad y escritura. Pedro Casariego Córdoba no solo fue un poeta y artista excepcional, una ‘rara avis’ de su tiempo, también es una figura que sigue hablándonos en presente.»

Antón Casariego
Prólogo a la edición de 2013

«El protagonista masculino de los distintos dibujos es casi siempre el mismo, y tiene unos rasgos faciales bastante parecidos a los del propio Pedro. Como él, mezcla la mayor de las ternuras con la más cruda desesperanza, el humor más inocente con la agudeza más cruel, y a veces todo ello en una sola viñeta.»

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