La lata ya no puede ser Vida
Texto de Antón Casariego
Prólogo de la edición de 2013 de La vida puede ser una lata.
Este libro es una reedición, con ciertas variaciones, del publicado por Árdora en 1994. La más notable es la desaparición de su libro siamés, Falsearé la leyenda, que venía unido a él por la espalda, formando un único volumen. Cercana por entonces la muerte de Pedro, Falsearé la leyenda, que se había concebido como un homenaje a su obra, especialmente a su pintura, resultó ser un tributo póstumo a su figura. Doce autores que le conocieron, o estuvieron próximos a él, escribieron un texto inspirado en uno o en varios de sus cuadros, elegidos por ellos mismos entre los 113 que conforman su producción pictórica. Los cuadros se reprodujeron en láminas a color. Socios de Árdora y familiares de Pedro las pegaron a las páginas con barras de pegamento, recordando la elaboración manual de la primera edición de La vida puede ser una lata (Ediciones Zigzag, 1988). Hoy nos parece que tuvo razón de ser en su momento, y que es mejor que quede como lo que fue: una edición especial, conmemorativa. Agotado en la editorial, es difícil de encontrar, pero a su manera sigue aún vivo, como tantos otros libros en papel.
En la primera edición de La vida puede ser una lata había 50 dibujos, en la segunda se añadieron 16, y en esta incorporamos cinco más, llegando así a los 71. Algunos de ellos son de 1985, o un poco anteriores. Se los distingue por su trazo más grueso y su caligrafía menos cuidada. La mayoría son de 1986 y 1987, y Pedro los realizó con idea de conjunto, al estar ya planeada su publicación en forma de libro. Al no haber ningún hilo narrativo, el orden en el que iban colocados era por completo caprichoso, o tal vez, por decir lo mismo diciendo lo contrario, del todo casual. En esta ocasión lo hemos cambiado, al situar en primer lugar los dibujos más antiguos, aunque dentro de los dos bloques hemos mantenido el orden aleatorio en el que aparecían en las anteriores ediciones, a excepción del que da título al libro, que ahora va el primero. También hemos colocado los dibujos nuevos al final de cada bloque. Con esta pincelada cronológica el libro se parece un poco más a lo que Pedro concibió, sobre todo si tenemos en cuenta que se publica de modo autónomo y que ya no hay papeles de colores o trazos de rotulador que distorsionen los dibujos originales. Por comprensibles razones editoriales se reproducen reducidos aproximadamente a un 75% de su tamaño real, algo menos los que se desarrollan en sentido horizontal.
Decíamos que no hay una historia que recorra el libro, pero quizá se pueda ver un atisbo de la pulsión narrativa de Pedro, tan presente en sus poemas, en la aparición esporádica de un personaje, Douglas Invictus, enamorado de una fantasmal Elsa. En realidad, el protagonista masculino de los distintos dibujos es casi siempre el mismo, y tiene unos rasgos faciales bastante parecidos a los del propio Pedro. Como él, mezcla la mayor de las ternuras con la más cruda desesperanza, el humor más inocente con la agudeza más cruel, y a veces todo ello en una sola viñeta («Me han cortado por la mitad. Ayúdame a ser zurdo»). También como él, esconde muchas cosas mientras muestra otras. Se disfraza continuamente, o cambia de forma, cosa que íntimamente sentía hacer Pedro, aunque vistiera siempre casi igual, de azul, llevara siempre el pelo corto y todos los días, menos el del esporádico afeitado, una media barba. Recordando sus afeitados, los «labios talados» del hombre alado con coches por piernas (pág. 33) podrían representar los cortes accidentales que se hacía a menudo, para enseguida restañar las heridas con trocitos de papel blanco. O quizá sean el rastro de los besos de esa mujer que está mas cerca…
En sus líneas de presentación del libro, Pedro dice que lo compuso frenéticamente. Creo que exageraba un poco, pero es verdad que durante un tiempo se enfrascó en él de manera muy absorbente. Moviéndose, además, en un territorio, el del dibujo, que no había cultivado desde la infancia. Y simultaneando parte del trabajo con el de Dra y Qué más da, obras tras las que abandonaría la máquina de escribir y, prácticamente, la escritura misma. Con el libro publicado, Pedro dio por terminado el proyecto, aunque seguramente fue la sensación de que en este formato había un camino que le interesaba recorrer lo que le llevó a dedicarse durante una temporada a rellenar con dibujos y textos manuscritos los pequeños Cuadernos amarillo, rojo, verde y azul, que también ha publicado Árdora Ediciones, en la colección Exprés (1998).
En el prólogo de la edición de 1994 aparecía un párrafo que voy a rescatar: «Con respecto al título del libro, que se quiso entresacar de los textos de los dibujos […], Pedro respondió lo siguiente a la pregunta de Gallero y Parreño, en una entrevista publicada en Sur Exprés: “–¿La vida puede ser una lata? –Sí, supongo que sí, aunque para mí nunca lo ha sido. Creo que creer que la vida es una lata es, si pensamos en el verdadero significado de la frase, algo muy suave, muy dulce, muy inofensivo, algo así como un grano en la barbilla o tener que dar de comer al perro o estar obligado a pronunciar frases como ‘Buenos días tenga usted’ o, incluso, ‘Felices fiestas, tío Alberto’. Si alguien cree que la vida es una lata, así, sin más cáscaras, tiene grandes posibilidades de alcanzar la felicidad a través del aburrimiento, del tedio, del hastío, de la benéfica paz terrena. Lo terrible es la obsesión, ser un simple esclavo de un alma estropeada. Estar encima de un tejado blanco, debajo de un cielo azul, muy aburrido, sin nada que hacer, con un pitillo y un zumo de naranja en la mano, es estar llamando a la felicidad. Y la felicidad es un ángel avejentado que a veces contesta. Porque la felicidad también es un ángel aburrido”.»
Ha pasado tanto tiempo que hoy poca gente recordará que en los años 60 y 70 del siglo pasado había una sopa de tomate condensada, de la marca Vida (quizá más conocida por su ketchup, por entonces “catsup”), que se vendía en lata y que a Pedro no le debía de entusiasmar, a juzgar por la expresión de su personaje en aquel dibujo que dio nombre a este libro, hace ya 25 años. Ha pasado mucho tiempo y han pasado muchas cosas. Entre las muchas buenas que han ido surgiendo a partir de La vida puede ser una lata, podríamos recordar una antigua que se suma a la entrevista citada, la reseña de Juan Carlos Suñén en El País; una de los tiempos medios, su traducción al francés, obra de Loreto Casado y Marceau Vasseur, para su publicación en la editorial parisina Le Nouveau Commerce; y por último, una reciente, la puesta en circulación de cientos de latas vacías con uno de sus dibujos en el interior, repartidas por todos los rincones de la ciudad de Gerona, en el marco del Festival Pepe Sales, dedicado a Pedro en el año 2010. Y, por supuesto, otra que recordaremos a partir de ahora: que este libro se siga reeditando.
Estamos a finales de 2012, o más allá. Ya no hay latas de sopa Vida, pero eso no importa. La vida puede ser muchas cosas, y parte de ella sigue estando en libros como éste.
