En la octava planta
Prólogo de Ana Ruiz de la Prada
Prólogo de la edición de 2015 de Dra
Pedro me enseñó a vivir en la octava planta de un edificio de seis. Me enseñó a vivir a orillas del cielo. A ver el cielo deshollinado por el sol. A vivir en ciudades construidas con ladrillos de nubes, rodeadas de campos regados por la pulcra saliva del cielo. A mordisquear esos ladrillos y a transformarlos en besos. A comprender que fuera de ese espacio la vida no tiene sentido.
Juntos perseguimos aviones con un dedo de cristal. Juntos viajamos en cisne, en un milagroso vuelo sin motor. Me enseñó a no temer al silencio. A vivir entre gorriones, lechuzas, cisnes, loros. Juntos plantamos un fresno.
Al son del himno de Paivarinta bailamos las noches sin noche de Finlandia. El himno hechicero que transformó en sueños nuestras realidades.
Pedro me enseñó que es mejor no tomarse la vida en serio.
Él trató de enseñarme que no era un ángel, pero su empeño le traicionó.
