Falsearé la leyenda
y ésta
me pertenecerá.

Falsearé
la leyenda
y ésta
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Pe Cas Cor: un artista del silencio

Artículo de José de Montfort

TheObjective.com (Further), 23/11/2020

Pedro Casariego Córdoba fue un raro poeta y pintor suicida y genial, un poeta (casi) secreto, de culto, que desarrolló su obra en la España de finales del s. XX. Este año hubiera cumplido 65 años.

Pedro Casariego Córdoba fue un raro poeta y pintor suicida y genial, un poeta (casi) secreto, de culto, que desarrolló su obra en la España de finales del s. XX. Este año hubiera cumplido 65 años. Para conmemorar la efeméride, Seix Barral publica una nueva edición de sus Poemas encadenados (aparecida originalmente en 2003), para que una nueva generación de lectores, más allá de sus fieles seguidores, lo descubra.

Un mito trágico

El 08 de enero de 1993, Pedro Casariego Córdoba se lanzó a las vías del tren, en Aravaca (Madrid). Tenía 37 años, una mujer de la que estaba enamorado y una hija pequeña. Dos días antes, el día de Reyes, le había entregado como regalo a su hija el cuento infantil Pernambuco, el elefante blanco (que no se publicaría hasta 2017, en la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker). Ese día comenzó a fraguarse la leyenda.

Pedro Casariego Córdoba no fue un personaje público en vida y el grueso de su obra se publicó póstumamente, las fotos suyas que se conservan tienen un carácter íntimo, familiar, y sólo concedió un par de entrevistas. Casi siempre vestía de azul o con camisetas de algodón blancas. Y estuvo muy al margen de la vida literaria madrileña. Cosa que no resulta extraña, si atendemos a su ideario poético, que le confesó a Jacobo Siruela en una entrevista para el primer número de la revista El Paseante (1985), en la que se había publicado su libro La risa de dios, escrito en 1978. Le dijo esto: “Para mí el único artista verdadero es el artista interior, el artista íntimo que no crea absolutamente nada sino dentro de sí mismo”.

Para Casariego Córdoba un poeta que escribe y publica (o ansía publicar) su obra es un artista de segunda categoría. Resulta cuando menos paradójica esta afirmación si atendemos al hecho de que Pe Cas Cor (que era como solía firmar su obra) escribió seis libros de poemas entre 1977 y 1986, compuestos cada uno de ellos por más de un centenar de fragmentos. Y que su primer libro publicado fuese Maquillaje (Letanía de pómulos y pánicos), aparecido en la Editora Nacional en 1983 y con un prólogo, ni más ni menos, que del académico de la RAE y en aquel momento director de la institución Pedro Laín Entralgo.

Es cierto que, a partir de 1985, Pedro Casariego Córdoba comenzó a realizar dibujos en cuadernos, que completaba con frases, y acabaría centrando su obra en la pintura. A partir de 1989 abandonó definitivamente la escritura y solo volvería a ella pocos días antes de su muerte, dedicándole un poema a su madre y otro a Berta, su cuñada (la novelista Berta Vias Mahou, quien le había regalado a Pe Cas Cor el día de su boda con Ana Ruiz de la Prada una colección de cajas con tubos de pintura acrílica), en lo que puede considerarse una suerte de despedida artística y personal.

El hombre delgado que no flaqueará jamás

De Pe Cas Cor dicen todos los que lo conocieron que tenía una facilidad natural para las artes, para la poesía, pero también para el dibujo. Artes ambas a las que se entregó de forma obsesiva y total, de un modo puramente intuitivo. De él decían que era un personaje muy singular, constantemente atribulado y con tendencia a la soledad, de una vida interior intensísima.

Pe Cas Cor confesó que no leía poesía para no verse influenciado. Y, así era lector de novelas (esto paradójicamente influirá de forma notable en su poesía). Le gustaban y leía a Kafka, Hamsun, Bernhard, Robbe-Grillet y Kierkegaard. Pero también era ávido lector de novela negra. Su hermano, el también escritor Nicolás Casariego, lo definió como un “jugador serio y muy riguroso”. Y ese rasgo de personalidad es aplicable a toda su obra: una obra llena de luz y oscuridad, en la que pelean constantemente la ternura y la violencia, la inocencia y el Mal, el amor y la muerte, el juego y la tragedia. La belleza y la sinrazón. Una obra que, en última instancia, aspira al silencio. A la desaparición.

En sus poemas hay algo de nouveau roman y de la escritura de caligramas de Apollinaire, y aunque es un rara avis, y por esa misma razón su obra no parece aceptar la continuación sino sólo el pastiche, su obra quizá no hubiera sido posible sin la aparición, a comienzos de los años setenta, de los poetas novísimos, como señaló en su momento el crítico José Luis García Martín. Gracias a estos poetas, en la nueva poesía española apareció la libertad formal, las referencias a la cultura del cómic, los mass media, la síncopa y la escritura automática, el exotismo, lo camp y la preocupación por el lenguaje, elementos todos ellos que, de una forma muy personal, eso sí, se integrarán naturalmente en la poesía de Casariego Córdoba.

La obra de Pe Cas Cor es compleja, intensa y lúcida, original y rara. Se caracteriza por ser seminarrativa y por ser menos metafórica que aumentativa (los significados se amplían por acumulación y no como consecuencia de relaciones imprevistas de semejanza), funcionando con subtramas paralelas. Está llena de aporías, de imágenes surrealistas y, lo más determinante, sus libros de poemas tienen argumento. Cosa extraña, como destaca Javier Rodríguez Marcos en uno de los prólogos de Poemas encadenados (Seix Barral, 2020), que un poeta que se abandona al torrente de la escritura automática sea capaz de dar argumento a este grifo incontenible de palabras que acaban siendo sus libros.

Pe Cas Cor tenía algo de profeta y de rapsoda.

Sus libros de poemas son pura música que brinca y baila.

El poeta que quiso ser poema

En la obra de Casariego Córdoba hay pasajes más crípticos, otros de puro hermético, pero que se compensan con intensos arrebatos de lucidez y emoción. Con Pe Cas Cor pasa que, en muchos tramos de su obra, uno ha de renunciar al entendimiento y dejarse vibrar por el fulgor de su brillantez. Sus textos están llenos de variaciones, aliteraciones, sinécdoques, pleonasmos y juegan con un cierto aroma a trabalenguas. Hay tramos autoexplicativos, otros llenos de juegos formales y también de apelaciones al lector. Un remolino de conceptos que propende todo el rato hacia el sumidero del reposo, del secreto. De ahí que haya mucha acción explosiva: asesinatos, tiroteos, atracos, acuchillamientos, sonoras traiciones, inserciones periodísticas y un ruido, por momentos, ensordecedor. A veces, el narrador de los libros tiene una presencia más manifiesta y, en otros casos, su presencia es menos notable, pero siempre hay un yo poético que, más o menos disfrazado, va conduciendo (o dejándose llevar por el torbellino de) la acción y una mujer en el centro de la narración que es o bien objeto de deseo o un personaje criminal. Los escenarios se yuxtaponen de una forma rabiosa y, a veces, simultánea, y lo mismo sucede con los diferentes personajes de la trama, que aparecen y desaparecen como la humareda de un cigarrillo tartamudo. Todo ello, sin embargo, con una función clara: que el autor del texto desaparezca y se confunda con el propio poema.

La obra de Pe Cas Cor es como la mascletá que solo aspira a disiparse laboriosamente en su eco.

Los ‘Poemas encadenados’

Para esta edición conmemorativa de su obra, a cada uno de los libros de poemas que se incluyen en el libro (seis en total) se ha añadido una presentación o pórtico breve de diferentes autores que tienen en estima su obra (Marcos Giralt Torrente, Enrique Vila-Matas, Ray Loriga, Marta Sanz, Berta Vias Mahou, Antonio Gamoneda, así como su editora, Belén Bermejo, a cuya memoria está dedicado el volumen).

Además de los seis libros originales (La canción de Van Horne, El hidroavión de K., La risa de Dios, Maquillaje (Letanía de pómulos y pánicos), La voz de Mallick, Dra), el volumen incluye casi una cincuentena de poemas sueltos, escritos en paralelo a los libros, entre los que destacan seis poemas manuscritos e inéditos. Se completa el volumen con el mencionado prólogo de Javier Rodríguez Marcos, además de otro prólogo escrito por el poeta Ángel González y un epílogo del padre de Pe Cas Cor, Pedro Casariego Hernández-Vaquero, donde dice sobre su hijo que “su ausencia es inabordable”.

A la publicación del libro se suma la campaña en redes sociales que durante todo el año estará compartiendo extractos de la obra del poeta y pintor. La promueve la Pe Cas Cor Sociedad Imaginada, una agrupación compuesta por su familia y amigos y fundada dos años antes de su muerte, con el propósito de sostener económicamente al escritor y, tras la muerte de éste, de difundir su obra.

 

Ver el artículo original:

https://theobjective.com/further/pecascor-un-artista-del-silencio

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